“Algo huele a podrido en Dinamarca”, dijo el fiel Marcelo a un Hamlet algo hastiado de los correveidiles,
cotilleos palaciegos y política de su país. El pobretico príncipe danés tuvo la
desdicha de ser revelado ni más ni menos que por el espíritu de su padre
fallecido una triste realidad que pondría patas arriba el futuro del que iba a
ser su reino. Pues bien, hoy día todos nos creemos ser Hamlet, Virgen María o
cualquier otro iluminado por la presencia de algún ente algo más etéreo que
nosotros. Todos lo vemos todo clarísimo y no entendemos cómo la gente puede ser
tan imbécil como para votar algo distinto a lo obvio, a lo que yo opino. Ayer
hubo elecciones autonómicas. El resultado per se, es un hecho y no una
interpretación. El qué vendrá después, el significado para unos y para otros
del resultado, la lectura entre líneas (envenenadas) de los resultados…eso es
harina de otro costal. Si comenzáramos a trazar una línea recta y la
desviáramos a izquierda o derecha cada vez que alguien vaticinara el resultado
del sufragio de ayer, el resultado parecería algo así como el sismograma del
reciente terremoto de Japón. Y eso es política. Y en este juego todos podemos
opinar de todo y culpar a quien esté en el bando de los malos lo que a los buenos
no nos habéis dejado hacer o de lo mal que lo habéis hecho. Esas son las reglas
no escritas de una (mala) democracia. Nos atamos a nuestros ideales con un nudo
gordiano y defendemos a capa y espada en cuanto alguien merodea a nuestro
alrededor. La mayoría de nosotros no guarda relación directa con la política.
La vivimos (¿la sufrimos?) y la usamos como línea argumental en nuestros
desayunos, comidas o ratos libres compartiendo con otros tertulianos igual de
ajenos que nosotros a los “asuntos palaciegos” de nuestro reino. Sin embargo, aquello
que hace algo más de tres décadas nos unió, el derecho a agarrar cualquier
estandarte y caminar bajo cualquier bandera política, hoy día está sembrando
abismos entre cualquier colectivo. Aquella diversidad, aquel arco iris político
que un día quisimos lo estamos bombardeando con nuestro orgullo. Y al final,
después de caminar cuesta arriba con la soga al cuello durante una dictadura y
disfrutar del plácido valle de la democracia en sus inicios en nuestro país, vamos
a tener que volver a sacar la misma cuerda para poder pasear. Aunque esta vez
no será para echársela a nadie al cuello (crucemos los dedos), sino para poder salir
de cada cráter creado por cada uno de nuestros prejuicios y orgullos.
Vejaciones a asturianos y andaluces, a peperos y pesoistas…pero también
cristianos y ateos, a madridistas y culés, fans de Justin Bieber o los hermanos
Calatrava…da igual, lo único que logramos perpetuar es el odio al diferente
como resultado a nuestra afinidad por un común denominador.
Pues permítanme ahora ponerme la máscara de ese fantasma revelador de
secretos por un momento. Nadie conoce la verdad absoluta. Nadie tiene la razón
en todo. No todo cuanto oímos, leemos o nos cuentan es objetivo. No todos los
políticos del PSOE se compran Rolls Royce, van de putas o se meten farlopa a
costa del dinero público andaluz. No todos los políticos del PP encienden puros
con billetes de 500€ y se limpian sus mocasines con el pañuelo impregnado del sudor
del proletariado. Juzgar al todo por alguna de sus partes erradica de credibilidad
cualquier juicio. Y lo más triste de todo, es que usando este tipo de
argumentos o basados en este tipo de “ilógica lógica” estamos juzgando a toda
la sociedad que nos rodea y nos está llevando a un callejón sin salida. Y no,
la sociedad no es aquello que me rodea y excluye a mi entorno familiar y
amistades. Este tipo de tautologías están desimantando la brújula de la
política del siglo XXI. El enjuiciar y acusar a la sociedad a la que
pertenecemos basándonos en críticas partidistas, destructivas y sin ánimo de
encontrar más solución que el darme la razón a mí mismo no nos llevará a ningún
lado. Y lo peor de todo, mi mayor denuncia y grito en el cielo es el odio cada
vez más extendido en nuestras sociedades como fruto de nuestra intransigencia
frente a aquello que no nos representa. Si hiciéramos caso a los agoreros partidistas
nuestro futuro no parece muy distinto al que le esperaba a cierto hobbit cuando
emprendía su travesía para tirar un anillo a cierto volcán. Porque gobierna la derecha.
Porque la izquierda lo hizo fatal. Da igual. El caso es que nadie hace nada
bien y todos los que no opinan como yo vendan sus ojos para no ver la realidad…no
importa que yo me haga el sordo. Ser ciego o sordo o no serlo. Esa es la
cuestión.