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lunes, 26 de marzo de 2012

Todos somos imbéciles


“Algo huele a podrido en Dinamarca”, dijo el fiel Marcelo a un Hamlet algo hastiado de los correveidiles, cotilleos palaciegos y política de su país. El pobretico príncipe danés tuvo la desdicha de ser revelado ni más ni menos que por el espíritu de su padre fallecido una triste realidad que pondría patas arriba el futuro del que iba a ser su reino. Pues bien, hoy día todos nos creemos ser Hamlet, Virgen María o cualquier otro iluminado por la presencia de algún ente algo más etéreo que nosotros. Todos lo vemos todo clarísimo y no entendemos cómo la gente puede ser tan imbécil como para votar algo distinto a lo obvio, a lo que yo opino. Ayer hubo elecciones autonómicas. El resultado per se, es un hecho y no una interpretación. El qué vendrá después, el significado para unos y para otros del resultado, la lectura entre líneas (envenenadas) de los resultados…eso es harina de otro costal. Si comenzáramos a trazar una línea recta y la desviáramos a izquierda o derecha cada vez que alguien vaticinara el resultado del sufragio de ayer, el resultado parecería algo así como el sismograma del reciente terremoto de Japón. Y eso es política. Y en este juego todos podemos opinar de todo y culpar a quien esté en el bando de los malos lo que a los buenos no nos habéis dejado hacer o de lo mal que lo habéis hecho. Esas son las reglas no escritas de una (mala) democracia. Nos atamos a nuestros ideales con un nudo gordiano y defendemos a capa y espada en cuanto alguien merodea a nuestro alrededor. La mayoría de nosotros no guarda relación directa con la política. La vivimos (¿la sufrimos?) y la usamos como línea argumental en nuestros desayunos, comidas o ratos libres compartiendo con otros tertulianos igual de ajenos que nosotros a los “asuntos palaciegos” de nuestro reino. Sin embargo, aquello que hace algo más de tres décadas nos unió, el derecho a agarrar cualquier estandarte y caminar bajo cualquier bandera política, hoy día está sembrando abismos entre cualquier colectivo. Aquella diversidad, aquel arco iris político que un día quisimos lo estamos bombardeando con nuestro orgullo. Y al final, después de caminar cuesta arriba con la soga al cuello durante una dictadura y disfrutar del plácido valle de la democracia en sus inicios en nuestro país, vamos a tener que volver a sacar la misma cuerda para poder pasear. Aunque esta vez no será para echársela a nadie al cuello (crucemos los dedos), sino para poder salir de cada cráter creado por cada uno de nuestros prejuicios y orgullos. Vejaciones a asturianos y andaluces, a peperos y pesoistas…pero también cristianos y ateos, a madridistas y culés, fans de Justin Bieber o los hermanos Calatrava…da igual, lo único que logramos perpetuar es el odio al diferente como resultado a nuestra afinidad por un común denominador.

Pues permítanme ahora ponerme la máscara de ese fantasma revelador de secretos por un momento. Nadie conoce la verdad absoluta. Nadie tiene la razón en todo. No todo cuanto oímos, leemos o nos cuentan es objetivo. No todos los políticos del PSOE se compran Rolls Royce, van de putas o se meten farlopa a costa del dinero público andaluz. No todos los políticos del PP encienden puros con billetes de 500€ y se limpian sus mocasines con el pañuelo impregnado del sudor del proletariado. Juzgar al todo por alguna de sus partes erradica de credibilidad cualquier juicio. Y lo más triste de todo, es que usando este tipo de argumentos o basados en este tipo de “ilógica lógica” estamos juzgando a toda la sociedad que nos rodea y nos está llevando a un callejón sin salida. Y no, la sociedad no es aquello que me rodea y excluye a mi entorno familiar y amistades. Este tipo de tautologías están desimantando la brújula de la política del siglo XXI. El enjuiciar y acusar a la sociedad a la que pertenecemos basándonos en críticas partidistas, destructivas y sin ánimo de encontrar más solución que el darme la razón a mí mismo no nos llevará a ningún lado. Y lo peor de todo, mi mayor denuncia y grito en el cielo es el odio cada vez más extendido en nuestras sociedades como fruto de nuestra intransigencia frente a aquello que no nos representa. Si hiciéramos caso a los agoreros partidistas nuestro futuro no parece muy distinto al que le esperaba a cierto hobbit cuando emprendía su travesía para tirar un anillo a cierto volcán. Porque gobierna la derecha. Porque la izquierda lo hizo fatal. Da igual. El caso es que nadie hace nada bien y todos los que no opinan como yo vendan sus ojos para no ver la realidad…no importa que yo me haga el sordo. Ser ciego o sordo o no serlo. Esa es la cuestión.